Tras los salmones del Báltico en Laponia
En mitad de la Laponia sueca, en medio de la bastedad inmensa de bosques que cubren una región de una belleza salvaje y desoladora, donde el sonido de los mosquitos acaba convertido en un mantra y el sol de media noche y las horas sin fin buscando el salmón más codiciado de todos, hacen que pierdas la noción del tiempo, encontré el ingrediente secreto que tanto tiempo había estado buscando: poder ir a dónde quisiera, cuándo quisiera. Libertad.
En medio de la inmensidad de Laponia, los límites se difuminan, se diluyen… sencillamente, desaparecen. Nada se interpone entre tu, tu caña y cientos de kilómetros de ríos por explorar. Adventure is calling!
El salmón del Báltico:
A simple vista, casi indistinguible de su primo el salmón atlántico, el salmón del báltico es un ecotipo de Salmo salar, caracterizado por una pauta migratoria totalmente distinta a la de sus congéneres. Estos magníficos peces, realizan su migración anádroma al completo en el mar Báltico, a diferencia de los salmones de la costa atlántica, que migran hacia los mares del norte en busca de alimento.
Esta característica influye por supuesto en su apariencia estética y morfológica. Los salmones del Báltico son grandes. Muy grandes a veces. Peces por encima del metro son muy comunes, no siendo extraño la captura de ejemplares que ronden la mágica cifra de… 20kg. Muchos explican esta característica como una adaptación evolutiva a los enormes ríos y aún más grandes rápidos que han de remontar en su viaje hacia las zonas de freza.
Con entradas de entre 50.000 y 100.000 salmones al año, peces de más de 1,50 son medidos todos los años en alguna de las escalas construidas para que los peces salvaran con mayor facilidad alguna de las colosales cascadas de estos ríos.
Pero, por encima de todo, para muchos, esta peculiaridad también influye en su comportamiento, ostentando el honor de ser los salmones más difíciles y esquivos del mundo. En estos ríos, cada salmon es un auténtico trofeo y un desafío físico y mental.
En un entorno tan inmenso, con tanta agua por cubrir y con unos adversarios tan esquivos, solo el trabajo duro da sus frutos. No hay atajos, debemos conocer el río, su estructura y los peces. Solo hay un secreto: estar en el momento adecuado en el lugar adecuado.
Suena fácil, pero lo cierto, es que aquí, en mitad de Laponia, donde puedes elegir entre cientos de kilómetros donde mojar tus moscas, no lo es. Confiar en tu intuición, no tener miedo a ir más allá de tus límites, tener sed por explorar nuevos pozos, nuevos tramos, adaptarnos con rapidez, ser dinámicos, pasar horas y horas seguidas lanzando, vadear por encima de tu zona de confort y renunciar al miedo al fracaso. Solo así, si la fortuna te sonríe, podrás dar con alguno de estos maravillosos salmones.
Sea porque la aventura nos llama, porque en medio de un territorio virgen nos sentimos más plenos y tenemos una extraña sensación de pertenencia; porque al calor de un fuego, bajo el sol de media noche, los tragos compartidos junto a los compañeros tienen un sabor especial; o porque el desafío de poder sentir al otro lado de la caña a uno de estos gigantes plateados resuena en nuestro interior… volveremos en busca de los salmones del Báltico.
Si quieres vivir en primera persona esta experiencia, contacta con nosotros y te informaremos sobre nuestros viajes organizados y las opciones disponibles para la próxima temporada.
FINMARK
Allá donde el continente Europeo alcanza su punto más septentrional, adentrados ya en el Círculo Polar Ártico, encontramos una región de una singular belleza. De orografía irregular, cubierta de pequeños arbustos y árboles, a caballo entre la tundra y la taiga, Finmark cautiva por su inmesidad y su caracter salvaje.
Multitud de ríos de recorren esta tierra, que duerme durante casi 9 meses al año, para despertar exuberante bajo el sol de media noche, durante el corto verano ártico. Las entradas de salmones, también siguen el compás alegre de esa primera-verano-otoño acelerados y los atlánticos entran en gran número durante unas pocas semanas al año. El espectáculo está asegurado:
Es mediodía y nos despertamos en nuestra pequeña tienda de travesía para dos personas. Es difícil dormir cuando el sol no se pone nunca, pero el día fue largo y la noche también. Nos entretuvimos dando pasadas a un pozo mientras nos calentábamos con un pequeño fuego a la orilla del río. Y de paso espantábamos a los mosquitos. No resulta fácil irse a la cama rodeado de este paisaje, el sol de medianoche y salmones bañando.
Preparamos el desayuno mientras chequemos el mapa del río y discutimos la estrategia. El caudal sigue a la baja y hay que adaptarse. En estos ríos, pequeños e irregulares, saber buscar los pozos idóneos para cada caudal suele ser la clave del éxito. Finalmente, nos decidimos por pescar la zona baja del tramo.
Vamos alternándonos las posturas y en aquellas que lo merecen, pescamos los dos, empleando dos técnicas opuestas, pero muy efectivas en estas latitudes: bomber y francés.
Vamos tocando peces, la mayoría añales de entre 1,5 y 2kg. Muchos de ellos muy frescos, algunos incluso lucen pulga. Los ríos son cortos y un grilse puede recorrer muchos kilómetros, aún con este caudal. Nos hacen disfrutar con las cañas ligeras de una mano y switch que hemos elegido para la jornada de hoy.
De vez en cuando, en la profundidad, conseguimos distinguir salmones de buena talla, alguno por encima de los 10kg. Llevan tiempo en el río, al menos más que los eléctricos y agresivos salmones mono invierno. No parecen muy interesados en concedernos un baile, pese a ello, no cejamos en nuestro intento y seguimos explorando río abajo, salvando peñas y cruzando puentes colgantes, de los que te hacen santiguarte.
Al llegar al último pozo del tramo, nos sentamos un rato en lo alto. El cortado de la orilla resulta una atalaya estupenda para escudriñar el pozo y tomar aliento. Juan se desliza por la grieta que da acceso a la cabecera y hace un par de lances en corto mientras le observo. Le veo clavar y no tengo certeza de si se trata de un salmón o del fondo. Creo que él tampoco.
Tras un instante que se hace eterno, veo como un pez sale disparado corriente arriba, saltando por encima de los rápidos de espuma champagne. La línea le sigue y tras ellos, Juan echa a correr por la orilla, saltando como puede entre las piedras, tratando de no perder tensión.
Bajo como puedo por la grieta que desciende al pozo y al llegar a la orilla, Juan ya ha doblado la esquina. Cuando le alcanzo, 150 metros más arriba, veo que tiene la situación bajo control. Me pide ayuda para tailear el pez. Es escueto y le veo concentrado, seguro que lo ha visto y tiene claro que es “su pez”, el que ha venido a buscar. Espero agachado el momento adecuado, tratando de que el pez no me descubra y cuando por fin lo veo y agarro la cola, se que Juan está en lo cierto. Un metro de pez, musculoso, gordo, potente. Un sueño hecho realidad.
La cara de Juan cuando lo deja marchar no tiene descripción posible, al menos para mí. El tampoco tiene palabras, tan solo un simple y certero: “¡Qué maravilla!”.
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TURQUESA ESLOVENIA
A los pies de los Alpes Julianos, Eslovenia esconde dos joyas de singular belleza. Sus colores turquesa y verde, y sus puras aguas, destacan en el fondo de profundos valles de naturaleza exuberante. En estas aguas, moran truchas de librea marmórea. Estamos en tierra de marmoratas. Estamos en los ríos Soça e Idrijca.
En su conjunto en esta región tiene aproximadamente unos 150kms de aguas pescables, divididas en 9 ríos distintos. Las posibilidades que nos ofrecen son infinitas, con un abanico inabarcable de escenarios donde poner en practica diferentes modalidades, técnicas y estrategias. Lo que hace de ella un destino perfecto para el amante de la pesca a mosca, cuales quieran que sean sus prioridades, gustos y habilidades.
No es sencillo encontrar un destino de pesca en el mundo donde podamos pasar en menos de media hora de tentar con terrestres a las puras y esquivas marmoratas que habitan en las zonas más altas de los tributarios, a pescar con streamer y líneas pesadas alguna de las enormes marmoratas de las zonas bajas, que llegan a alcanzar pesos de dos dígitos. Por supuesto, la pesca a ninfa en sus distintas modalidades también tendrá sus momentos y escenarios, especialmente en los meses de principio y final de temporada.
El río Soça, es un río generoso, de abundante caudal, incluso en los meses del estío. Alterna grandes tablas, con profundos pozos encañonados y rápidas corrientes. Destacan por encima de todo sus aguas azules turquesa sobre un lecho blanco, donde abundan las truchas arcoíris y las escurridizas marmoratas. ¡Engañarlas será todo un reto!
En cambio, su hermano Idricja, cambia sus galas a un verde intenso, a veces misterioso. Más amable que su vecino, algo menos caudaloso y de aguas algo más templadas, en el Idricja encontraremos grandes oportunidades para la pesca a seca y a ninfa tanto de truchas arco iris, marmoratas, hibridos y tímalos. Los serenos en los meses de verano, son todo un espectáculo que nos hará perder la noción del tiempo.
A la sombra de estos dos míticos cursos de agua, el pescador con ganas de explorar encontrará multitud de pequeños ríos y arroyos donde perderse. De escaso caudal y abundante desnivel, son escenarios perfectos para aquellos que no tienen miedo de adentrarse en valles aislados y salvar toda clase de obstáculos y desniveles. Con poblaciones salvajes muy saludables de pequeñas marmoratas, muy receptivas a la pesca con mosca seca, nunca debemos de descartar la sorpresa y habrá que escudriñar palmo a palmo en la profundidad de cada pozo. A veces, la aventura tiene su recompensa en forma de una vieja marmorata.
Eslovenia es un país mágico que regala al visitante una experiencia que va mucho más allá de la pesca: una hospitalidad inmensa, paisajes vírgenes, ríos puros… Mil momentos que perdurarán en la memoria. Pescar es mucho más que sacar peces y no cabe duda de que el pescador que visite Eslovenia, vendrá con la sensación de haber dejado un pedazo de si en las aguas de estos maravilloso ríos, a los pies de los Alpes Julianos.
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